viernes, 21 de enero de 2011

EDITORIAL Disparen contra los jóvenes

EDITORIAL
Disparen contra los jóvenes



Lentamente, el clásico discurso de la derecha acerca de cómo responder ante el incremento de la violencia juvenil parece hacer carne en toda la sociedad. La propuesta de rebajar la edad de imputabilidad ya no es tan mal vista incluso por parte de la izquierda; y la no eliminación de los antecedentes penales de los menores infractores aparece como una medida atendible. El gatillo fácil está dejando de ser una opción improponible, y la acción individual de responder a un delito disparando un arma de fuego y matando al delincuente (aunque sea por la espalda) empieza a estar amparada en una supuesta legítima defensa.
Como frecuentemente afirman los políticos blancos y colorados, parecería que la izquierda hubiera sido rehén hasta ahora de su discurso indulgente y contrario a las medidas represivas, para ir poco a poco asimilando el de la derecha.
Sería irresponsable negar la realidad, una realidad que muestra de manera inocultable ese aumento de conductas delictivas; pero la percepción que de esa realidad tiene la población -el ciudadano común- se distorsiona como consecuencia de la prédica de los medios de comunicación, que al brindar la información policial no vacilan en atribuir cada hecho de violencia delictiva a jóvenes que actúan, por lo general, bajo los efectos de alguna droga. Se trata de una visión errada ya que los datos de que se dispone muestran que la participación de menores en delitos contra la propiedad y contra la persona física se mantiene más o menos en el porcentaje habitual.
Pero el tratamiento del problema por parte de la prensa hace que el ciudadano medio asocie automáticamente en su inconsciente el delito con la juventud y con la droga. Es así que todo joven es en principio sospechoso, rechazado y temido por el almacenero, el kiosquero, el jubilado y en general por todos los estratos de una sociedad al borde de la paranoia. Estamos ante un proceso parecido a un círculo vicioso en el que se retroalimentan el temor de los ciudadanos, su clamor por más seguridad, el discurso de la derecha que se hace eco de ese sentimiento y los medios de comunicación que se ocupan de amplificar los hechos.
Desde luego que la situación a que se ha llegado exige respuestas de parte del gobierno y del sistema político en general. Es preciso atender y combatir la inseguridad que sienten los ciudadanos que se portan bien, pagan sus impuestos, trabajan, consumen y aspiran a vivir sin sobresaltos. También es cierto que algunos delincuentes -menores o no- exhiben un comportamiento particularmente violento y no vacilan en usar sus armas al menor intento de resistencia de sus víctimas. Ahora bien, en la medida que las respuestas apunten casi exclusivamente a aumentar el rigor punitivo de la ley penal, a rebajar la edad de imputabilidad, a tolerar la justicia por mano propia y en general a la represión de las conductas infractoras, corremos el riesgo de terminar aplicando el rifle sanitario contra los jóvenes en conflicto con la ley como se hizo contra el ganado con aftosa.
Como ha dicho Rafael Sanseviero en un artículo aparecido en noviembre pasado en la revista digital Vadenuevo, va ganando terreno un "procedimiento centenario de las elites uruguayas: generar discursos punitivos y vindicativos contra sujetos carentes de poder para desafiar al Estado. (...) Esos sujetos han sido en forma obsesiva los jóvenes: tipos irritantes, disruptivos, vividos como extraños, ajenos al orden social".

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